Las chimeneas de leña son una de las fuentes de calor más ecológicas que existen, ya que el combustible que utilizan, la madera, es una energía renovable. Su mantenimiento es muy económico y siguen siendo habituales en las viviendas unifamiliares, sobre todo en zonas rurales. Son el elemento decorativo central, aportando un aire cálido, íntimo y acogedor a la estancia, pudiéndose, además, emplear como un complemento de apoyo a los sistemas de calefacción. Por si fuera poco, ofrecen una doble función: en ellas también puedes cocinar con una parrilla tus recetas preferidas

Este sistema es el más antiguo y tradicional; la combustión se produce en un hogar abierto adosado a una pared y suele estar revestido de material refractario para que irradie calor. Puede llegar a ser peligroso si saltan chispas, siendo aconsejable colocar elementos protectores.

• Fuego cerrado. Se accede al hogar a través de puertas de cristal. La combustión es más eficiente y segura. Cassettes e insertables ofrecen un mayor rendimiento y superior ahorro energético.
• Chimeneas metálicas. Los nuevos modelos exentos de hierro fundido o acero son tendencia en la decoración por su originales diseños. Este material tiene una gran carga calorífica y después de apagadas siguen emitiendo calor. No necesitan un mantenimiento especial y quedan genial en mitad de una estancia, llegando incluso a ser el punto focal del espacio.
• Estufa de leña: Igual que la chimenea, se compone de dos elementos: el hogar (combustión) y la chimenea (salida de humos). Esta última pieza en la estufa está a la vista. Este sistema está compuesto de elementos prefabricados y no necesita obra.

El correcto funcionamiento de una chimenea se basa en 2 principios fundamentales. Primero, la salida del humo se produce por estar el aire del hogar más caliente que el del exterior, lo que le hace ser más ligero y ascender por la chimenea hacia el exterior. Segundo, para que la combustión se produzca correctamente tiene que contar con oxígeno suficiente, por lo que no es recomendable que la habitación sea hermética, mejor si cuenta con cierta entrada de aire en ella. Además, debes tener en cuenta:

• La salida de humos tiene que estar lo más recta posible para que el humo se evacue sin obstáculos.
• La salida de humos debe sobresalir del tejado unos 50 o 60 cm aproximadamente. También es aconsejable mantener una distancia de 8 metros con cualquier obstáculo (árboles, paredes..) que entorpezca la salida del humo y provoque que este vuelva al interior de la estancia.
• Si la habitación es reducida, debemos tener una entrada de aire exterior para no quedarnos sin oxígeno.
• En las chimeneas exentas es preferible que el tubo de la salida de humos sea redondo para facilitar el movimiento espiral de humo y gases. También es importante que tenga el mismo grosor en toda su longitud.
• Para encender la chimenea, lo primero que tienes que hacer es mirar que el tiro esté abierto. Coloca papel de periódico como base de una capa de leña fina y seca (también puedes usar pastillas de encendido), apila la leña gruesa sobre la base en forma de pirámide y deja algún espacio entre los leños para que circule el aire. Si empieza a salir humo negro es porque hay poco oxígeno; remuévelo con el atizador. Coloca troncos gruesos cuando el fuego ya esté en su plenitud y no tendrás que estar avivándolo cada dos por tres. Además, así tardan más en quemarse.

Las chimeneas de leña necesitan un mantenimiento diario (eliminando las brasas y cenizas) en los períodos en los que se utiliza y, una o dos veces al año, es necesario limpiar el conducto de humos utilizando un deshollinador.

• Para que funcione correctamente, la leña debe estar bien seca para que no contenga humedad. Es recomendable dejar un tiempo de secado de 12 meses. Los tipos de madera que más poder calorífico tienen son la encina y el roble.
• Nunca enciendas la chimenea con combustibles líquidos como el alcohol ni dejes cerca de ella sustancias inflamables.
• No apagues el fuego con agua; es mejor dejar que se vaya consumiendo poco a poco.